La justicia del inocente by Alberto Meneses

La justicia del inocente by Alberto Meneses

autor:Alberto Meneses [Meneses, Alberto]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2022-08-15T00:00:00+00:00


28

Lo que mejor le hubiese sentado a Verónica después de salir de la comisaría de Fuencarral habría sido irse al gimnasio y pegarse con el saco de boxeo durante un buen rato. Necesitaba sacarse de dentro toda esa rabia que había acumulado tras la charla con el inspector Bolaños. Sin embargo, ya tenía demasiados problemas encima como para no aparecer por el trabajo en toda la mañana, por eso decidió dejarlo para más tarde.

Media hora después llegó a las oficinas de la Brigada de Homicidios y Desaparecidos, donde le llamó la atención no ver a Quintero en su mesa, algo que en cierto modo la alivió. No tenía humor para aguantar más reproches por llegar tarde al trabajo.

No contaba con que Olaya se asomase al pasillo para llamarla, a la vez que la señalaba con el dedo.

—Cuevas, a mi despacho. —Una frase que comenzaba a ser habitual.

El tono con el que lo dijo ya le dio a entender que algo no iba bien, aunque no supo lo cierto que era eso hasta que se sentó frente a él.

—Tenía informes contradictorios sobre ti, la verdad —comenzó a decir Olaya con expresión seria. Parecía cabreado, aunque manteniendo el control—. Por un lado, mi antecesor me habló de tus capacidades para la investigación y de que nunca te das por vencida. Eso sí, también me advirtió que no siempre te gusta seguir las normas y que tienes un carácter complicado.

—No entiendo muy bien a qué viene esto —murmuró ella.

—Viene a que acabo de recibir una llamada del comisario de Fuencarral, quejándose de que habías mandado a la mierda al inspector a cargo del crimen de Lorena Muñiz. Ha exigido que te sancione o recurrirá a instancias superiores a la mía. —Verónica temió lo que iba a venir a continuación—. Vaya por delante que no voy a permitir que nadie me diga lo que tengo que hacer en mi unidad y menos cuando alguien me amenaza en los términos en los que él lo hizo, pero tampoco voy a dejar pasar lo ocurrido.

—Lo siento, pero…

—No he terminado —la interrumpió él—. Te asigné a la investigación de los crímenes de esas prostitutas y Quintero se ha quejado, no solo de que todos los días has llegado tarde, sino también de que tu implicación es mínima, por no decir nula. ¿Puedes explicarme por qué?

Por un momento, Verónica no supo qué responder. Pensó en inventarse cualquier disculpa sobre la marcha, hasta que llegó a la conclusión de que eso no haría más que agravar el tema.

—Porque soy la única que cree en la inocencia de Vallejo —dijo con firmeza— y porque nadie parece dispuesto a investigar si existen otros motivos para que matasen a Lorena, más allá de los supuestos celos de él porque se iba a casar con otro.

—¿Y tú tienes pruebas de lo contrario?

Decidió que era el momento de poner todas las cartas sobre la mesa.

—¿Recuerda el último caso que investigamos Vallejo y yo, el de Rebeca Collado?

—Sí, la mujer a la que asesinó su marido.



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